sábado, 27 de febrero de 2010

Votar a conciencia

ANTONIO JOSÉ DÍAZ ARDILA
fundacionpartcipar@hotmail.com

“PARTICIPAR no tiene vocación partidista, pero en función de sus objetivos velará por el cambio de las costumbres políticas….”

Frase que hace parte de la VISIÓN de nuestra Fundación, que nos motiva a proponer unas reflexiones para votar a conciencia, informándose más sobre el tema. Consulte nuestro blog: http://elijayexija.blogspot.com/ y entérese, entre otros datos, quienes son los trece candidatos a Senado y siete a la Cámara, que están sancionados por la Procuraduría.

Debemos conocer a quiénes entregamos nuestros derechos democráticos, ellos definirán por nosotros en el Congreso, las Leyes de todos los colombianos. Deberían ser los mandatarios de nuestras decisiones.

Analicemos primero a qué Partido pertenecen y si compartimos sus principios, porque si nuestro candidato no logra salir elegido, el voto que depositamos por él, hará parte de la votación de su partido. Revisemos a cuántos partidos ha pertenecido. Es posible que acabe de cambiar de bando y una vez obtenga la curul, terminará en otro diferente, para su conveniencia. Así como cambia de “ideología”, cambiará sus propuestas, para negociar su voto. Esa costumbre, popularmente denominada “voltearepas”, debe generar dudas sobre su seriedad.

El Procurador ha dicho que hay indicios sobre la influencia económica de paramilitares, narcos, guerrilla y otras fuerzas, en las actuales campañas. Están reemplazando con dinero, la baja calidad de sus candidatos. Exceso de publicidad, puede equivaler a un mal candidato.

Se ha preguntado ¿ cuáles son los criterios de sus candidatos sobre los temas más importantes de la política nacional, sobre los temas regionales y aquellos particulares de su interés ?.

Difícil ser optimista sobre el análisis que harán las grandes mayorías al votar, cuando sus modelos de comportamiento, reflejados en la penetración de la televisión nacional, los tiene El Capo (la vida de Pablo Escobar); Las Muñecas de la Mafia (sus amantes) y la vida de Marbelle. De imitar estos ejemplos de comportamiento, serán las reinas, los artistas, los futbolistas y los candidatos que con escándalos y derrochando recursos, conformarán las mayorías en el próximo Congreso.

Personalmente recordaré, al depositar mi voto, la hoja de vida del candidato, sus cargos y experiencias, su preparación académica e idoneidad y sus trabajos anteriores, sin importar las frases prefabricadas de la publicidad y la imagen maquillada que presentan en la etapa de elecciones.

De los actuales congresistas analizar su posición y voto en los principales temas del país y cómo han sido sus debates y propuestas en los años anteriores. En resumen, no votar a ciegas por quien no conocemos, votar a conciencia y con claro conocimiento de la persona seleccionada.

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sábado, 20 de febrero de 2010

COMO VOTAR BIEN

ALFREDO SILVA VALDIVIESO
fundaciónparticipar@hotmail.com

Todo candidato a las corporaciones públicas asume compromisos con sus eventuales electores. Eso es apenas natural; lo contrario –ausencia de compromisos- significaría que tal candidato carece de propuestas, y no tiene propósitos claros, es decir, estaría tomando la política como un simple divertimiento, y no como una gran responsabilidad de alto contenido moral y social.

El problema consiste en descubrir si los compromisos del candidato por el que usted piensa votar son buenos (Prestar un servicio desinteresado a la comunidad en todos los campos que requieren de la ayuda del estado: salud, educación, empleo, vías, seguridad, en fin, la protección de los bienes y la vida de los ciudadanos). O son compromisos perversos, como ofrecer sus influencias para la adjudicación de contratos, con miras a ser retribuido con las utilidades de los mismos, o cualquier otra clase de promesas que no se orientan al bien común, sino al interés personal.

Sin embargo, un problema aún mayor que se plantea el elector es cómo discernir entre el candidato que hace compromisos buenos, y el que se compromete con actos delictuosos o inmorales. Lograr la evidencia no es nada fácil, puesto que el delincuente se cuida siempre de no dejar pruebas de su delito; a menos que se trate de quien por sí, o por intermedio de otro, ofrece descaradamente dinero por el voto. Por eso, como le ocurre al que administra justicia, usualmente la investigación del delito tiene que basarse en la prueba de indicios.

¿Será ésta una labor imposible para un votante? Difícil sí, pero no imposible. Primero: si se trata de un candidato que quiere repetir curul, piense o averigüe qué hizo ese candidato en la Cámara o el Senado. Segundo, si es un aspirante nuevo, fíjese qué nexos familiares tiene con algún parlamentario que esté siendo investigado, o haya sido condenado. Tercero, consulte la hoja de vida e indague qué opinión existe sobre su vida privada y de negocios. Cuarto: Desconfíe de aquel o aquellos candidatos que derrochan dinero en la campaña (muchas vallas publicitarias, reuniones públicas con bastante música, licor a granel y “regalitos”); seguramente no son personas honestas. Esas averiguaciones le ayudarán a saber si debe votar o no por ese candidato.

Tales pesquisas pueden aportar luces o indicios muy importantes acerca de la calidad humana y profesional del candidato y, seguramente, le ayudarán en el momento de tomar una decisión sobre su voto. La fundación Participar invita a los lectores a que sigan estos pasos y tomen conciencia de la responsabilidad que asumen con su voto.

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miércoles, 17 de febrero de 2010

POR UNA CULTURA CIUDADANA

Germán Oliveros V.
fundacionparticipar@hotmail.com

El próximo 14 de marzo los colombianos, en ejercicio de un derecho fundamental iremos a las urnas para elegir a quienes nos representarán en el Congreso Nacional; elegiremos las personas que legislarán en la búsqueda de soluciones para los problemas sentidos de los colombianos y por la construcción de un país que espera tener hacia el futuro, paz y bienestar. Desde 1959 todos, colombianos y colombianas, perseguimos este objetivo; un variopinto de figuras políticas han desfilado por nuestro capitolio y de esa marcha va quedando una gran frustración para el colombiano que cree que ejerciendo el derecho al voto alcanzará ese bienestar y esa paz tan deseados. Se podría afirmar que de los cerca de 260 parlamentarios que elegiremos, cada vez es menor el número de congresistas que realmente asumen, de manera integral, la responsabilidad propia del poder que ejercen.

No es fácil decidir por quién votar. Por los años sesenta cuando los partidos políticos tenían una identidad consolidada, había algún tipo de orientación política para el proceso de elegir, no obstante la restricción que hacía el Frente Nacional; con el paso del tiempo, superado el Frente Nacional, vino la apertura hacia nuevos partidos lo cual generó grandes expectativas en una nación joven. Bajo el supuesto de que no era conveniente seleccionar entre sólo dos opciones convencionales, se generó la idea de que eran posibles otras opciones, de la misma forma que en otros lugares del mundo; donde gracias a la estructura legislativa era posible alcanzar bienestar para el ciudadano. Sin embargo, los nuevos partidos, o tendencias, no han logrado consolidarse ni en ideas ni en recursos para sobrevivir a la debacle en las que hoy nos encontramos; para que se constituyeran en verdaderas opciones democráticas.

Ahora, se ha venido abriendo paso la tendencia de que cada partido, cada parlamentario, se viene transformando en una especie de empresa que genera dividendos, mayores si les cristaliza la elección; y claro, si son una empresa es necesario invertir en ella para alcanzar algún rédito.

Algunos que tenían recursos y hacían “política” pudieron salir adelante; otros que querían alcanzar el “poder” y no tenían recursos, en un escenario permeado por los negocios ilícitos, encontraron formas fáciles para alcanzar el poder y lograr un enriquecimiento de su “empresa”.

“Políticos”, “inversionistas” y negocios ilícitos confunden hoy al ciudadano y esto obliga un mayor y mejor análisis al decidir por quién votar; pese a todo, hay que hacerlo, no se puede perder la esperanza de cambio. No es raro que el elector se pregunte: ¿de dónde sale tanto dinero, en nuestra democracia? Si la democracia se fundamenta en la participación ciudadana, la transparencia, la rendición de cuentas y en un estado de derecho; ¿en que está sustentada la nuestra? Amigo colombiano de todas maneras es imprescindible votar, no hay mal que dure cien años: Ejerzamos nuestro derecho al sufragio.

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sábado, 13 de febrero de 2010

DEMOCRACIA EN RINES

ALFREDO SILVA VALDIVIESO
fundaciónparticipar@hotmail.com

Todo este derroche de dinero que estamos presenciando en la publicidad de los candidatos al congreso, y el que va a correr a manos llenas el día de elecciones en la compra de votos, es el signo más diciente, mas demostrativo, de la decadencia a que ha llegado la democracia colombiana. Democracia corrompida cuyo mejor destino-y quizás el único que se merece- debería ser la instauración de un régimen nuevo, como lo vaticinó en su momento Álvaro Gómez Hurtado. Un nuevo régimen que empiece por abolir la vigencia de ciertas instituciones que son causas principales de la corrupción, donde se incuban, crecen y se reproducen los virus que tienen al sistema democrático en un estado de postración letal.

No obstante su evidencia, parece que nadie quiere aceptar -y mucho menos los políticos- que la corrupción se incrementó, en forma vertiginosa, desde el momento en que unas malhadadas reformas constitucionales, paradójicamente ideadas por Gómez Hurtado, establecieron la elección popular de alcaldes y gobernadores; más tarde la corrupción tomó un impulso mayor con el dañino invento del voto preferente. Y todo, dizque porque teníamos que “modernizar la democracia” y ponernos a tono con el resto del mundo. ¡Válgame Dios!

Con la elección popular de alcaldes y gobernadores los grandes caciques descubrieron la forma de perpetuarse en el poder para su enriquecimiento personal. A cambio de promesas de futuros contratos, obtienen ingentes cantidades de dinero, que se invierte en una apabullante publicidad de sus candidatos–títeres, y en la compra descarada de votos, con plata contante y sonante que se reparte entre electores ingenuos, ignorantes y a veces hambrientos.

Después, con el establecimiento del “voto preferente” se fabricó la bomba que aniquiló a los partidos. De tales partidos serios, que respondían a una ideología y a una tradición de honestidad, y que eran garantía del juego limpio de la democracia, solo quedaron cientos de “partiditos unipersonales”, con sedes propias y con patrocinadores distintos al partido que les confirió el aval. Aún los políticos honestos –que los hay, los hay, y no pocos- se ven obligados a armar carpa aparte pues, de lo contrario, nadie se enteraría de su figuración en una lista.

La gran pregunta que uno se hace es esta: ¿esos políticos honestos, por los cuales tenemos que votar si no queremos ser cómplices de la corrupción, tendrán el coraje suficiente para alzar sus voces, así sean por ahora minoritarias, a favor de la derogatoria de los dos engendros constitucionales y legales que he mencionado? A esos políticos honestos por quienes vamos a votar el próximo 14 de marzo, les pedimos que tomen conciencia de esta realidad y obren de conformidad a ella.

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