sábado, 13 de febrero de 2010

DEMOCRACIA EN RINES

ALFREDO SILVA VALDIVIESO
fundaciónparticipar@hotmail.com

Todo este derroche de dinero que estamos presenciando en la publicidad de los candidatos al congreso, y el que va a correr a manos llenas el día de elecciones en la compra de votos, es el signo más diciente, mas demostrativo, de la decadencia a que ha llegado la democracia colombiana. Democracia corrompida cuyo mejor destino-y quizás el único que se merece- debería ser la instauración de un régimen nuevo, como lo vaticinó en su momento Álvaro Gómez Hurtado. Un nuevo régimen que empiece por abolir la vigencia de ciertas instituciones que son causas principales de la corrupción, donde se incuban, crecen y se reproducen los virus que tienen al sistema democrático en un estado de postración letal.

No obstante su evidencia, parece que nadie quiere aceptar -y mucho menos los políticos- que la corrupción se incrementó, en forma vertiginosa, desde el momento en que unas malhadadas reformas constitucionales, paradójicamente ideadas por Gómez Hurtado, establecieron la elección popular de alcaldes y gobernadores; más tarde la corrupción tomó un impulso mayor con el dañino invento del voto preferente. Y todo, dizque porque teníamos que “modernizar la democracia” y ponernos a tono con el resto del mundo. ¡Válgame Dios!

Con la elección popular de alcaldes y gobernadores los grandes caciques descubrieron la forma de perpetuarse en el poder para su enriquecimiento personal. A cambio de promesas de futuros contratos, obtienen ingentes cantidades de dinero, que se invierte en una apabullante publicidad de sus candidatos–títeres, y en la compra descarada de votos, con plata contante y sonante que se reparte entre electores ingenuos, ignorantes y a veces hambrientos.

Después, con el establecimiento del “voto preferente” se fabricó la bomba que aniquiló a los partidos. De tales partidos serios, que respondían a una ideología y a una tradición de honestidad, y que eran garantía del juego limpio de la democracia, solo quedaron cientos de “partiditos unipersonales”, con sedes propias y con patrocinadores distintos al partido que les confirió el aval. Aún los políticos honestos –que los hay, los hay, y no pocos- se ven obligados a armar carpa aparte pues, de lo contrario, nadie se enteraría de su figuración en una lista.

La gran pregunta que uno se hace es esta: ¿esos políticos honestos, por los cuales tenemos que votar si no queremos ser cómplices de la corrupción, tendrán el coraje suficiente para alzar sus voces, así sean por ahora minoritarias, a favor de la derogatoria de los dos engendros constitucionales y legales que he mencionado? A esos políticos honestos por quienes vamos a votar el próximo 14 de marzo, les pedimos que tomen conciencia de esta realidad y obren de conformidad a ella.

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