miércoles, 17 de febrero de 2010

POR UNA CULTURA CIUDADANA

Germán Oliveros V.
fundacionparticipar@hotmail.com

El próximo 14 de marzo los colombianos, en ejercicio de un derecho fundamental iremos a las urnas para elegir a quienes nos representarán en el Congreso Nacional; elegiremos las personas que legislarán en la búsqueda de soluciones para los problemas sentidos de los colombianos y por la construcción de un país que espera tener hacia el futuro, paz y bienestar. Desde 1959 todos, colombianos y colombianas, perseguimos este objetivo; un variopinto de figuras políticas han desfilado por nuestro capitolio y de esa marcha va quedando una gran frustración para el colombiano que cree que ejerciendo el derecho al voto alcanzará ese bienestar y esa paz tan deseados. Se podría afirmar que de los cerca de 260 parlamentarios que elegiremos, cada vez es menor el número de congresistas que realmente asumen, de manera integral, la responsabilidad propia del poder que ejercen.

No es fácil decidir por quién votar. Por los años sesenta cuando los partidos políticos tenían una identidad consolidada, había algún tipo de orientación política para el proceso de elegir, no obstante la restricción que hacía el Frente Nacional; con el paso del tiempo, superado el Frente Nacional, vino la apertura hacia nuevos partidos lo cual generó grandes expectativas en una nación joven. Bajo el supuesto de que no era conveniente seleccionar entre sólo dos opciones convencionales, se generó la idea de que eran posibles otras opciones, de la misma forma que en otros lugares del mundo; donde gracias a la estructura legislativa era posible alcanzar bienestar para el ciudadano. Sin embargo, los nuevos partidos, o tendencias, no han logrado consolidarse ni en ideas ni en recursos para sobrevivir a la debacle en las que hoy nos encontramos; para que se constituyeran en verdaderas opciones democráticas.

Ahora, se ha venido abriendo paso la tendencia de que cada partido, cada parlamentario, se viene transformando en una especie de empresa que genera dividendos, mayores si les cristaliza la elección; y claro, si son una empresa es necesario invertir en ella para alcanzar algún rédito.

Algunos que tenían recursos y hacían “política” pudieron salir adelante; otros que querían alcanzar el “poder” y no tenían recursos, en un escenario permeado por los negocios ilícitos, encontraron formas fáciles para alcanzar el poder y lograr un enriquecimiento de su “empresa”.

“Políticos”, “inversionistas” y negocios ilícitos confunden hoy al ciudadano y esto obliga un mayor y mejor análisis al decidir por quién votar; pese a todo, hay que hacerlo, no se puede perder la esperanza de cambio. No es raro que el elector se pregunte: ¿de dónde sale tanto dinero, en nuestra democracia? Si la democracia se fundamenta en la participación ciudadana, la transparencia, la rendición de cuentas y en un estado de derecho; ¿en que está sustentada la nuestra? Amigo colombiano de todas maneras es imprescindible votar, no hay mal que dure cien años: Ejerzamos nuestro derecho al sufragio.

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